jueves, 10 de noviembre de 2011

Palmeras

Cuando estuvimos en la ciudad
hacíamos las cosas que hace la gente de la ciudad.

En las góndolas de los supermercados
saludábamos las cajas de arroz
y nos enojábamos con las latas abolladas de tomate.
En las librerías éramos tan inteligentes
haciendo notas mentales mientras ojeábamos a
Rimbaud.
Bajando el invierno
decubríamos que nos divertía la moral americana
la sal del pochoclo
y la comodidad de las butacas
en los cines de los shoppings.

Después dudamos de ser felices
del tiempo que hay entre 9 y 18
de la cantidad de canalales que tiene la tele
de cuanta mierda entra en un inodoro
y del trememendamente agradable olor del café en un bar a las 8,
pero como si ya fuera tarde
nos abandonamos al asfalto al ruido de sus autos
añorando la increíble
la mágica
la genial
energía
que levanta una palmera en el medio de la nada
donde no vamos a vivir
porque preferimos la ciudad.